jueves, 1 de septiembre de 2011

La Cuarta Revelación

A veces uno siente inquietud, anhela algo aunque no sabe el qué y muy poco a poco empieza lo que se ha dado en llamar despertar. Acabo de terminar Las Nueve Revelaciones de James Redfield y he empezado la guía que preparó también Redfield para mostrarnos cómo aprender a dirigirnos y poner en práctica las revelaciones. ¿Se trata de evolución? Sí, probablemente. Una evolución consciente hacia el desapego, hacia el ser uno mismo, hacia el entendimiento de qué hacemos aquí, de las coincidencias que nos ayudan a seguir adelante y darnos cuenta de nuestras capacidades y de que ya ha llegado el momento de abrir los ojos y saber que estamos aquí para ayudarnos, para ser compañeros, para creer en nosotros. ¿Algún enemigo en esta tarea? El ego…tremendo papel representa y menudos conflictos internos y externos. Si sabemos cómo aniquilarlo, ¡triunfamos!

Los libros de la Nueva Era que otros tendrán estudiados desde hace años son caramelos en mis manos. Me siento atraída, me entusiasman. Hay conocidos en su segundo ciclo de vida (50 añitos) que los leyeron en su adolescencia y los dejaron aparcados porque las situaciones poco agradables de la vida les hicieron tirar la toalla y volver a lo ‘familiar’. Ahora han retomado su lectura :-)
 
Mis ojos 3D no ven lo que otros que sí que son ya muy conscientes, con disciplina han labrado su armonía, han cultivado el saber estar alerta, el encontrar inmediatamente el punto positivo de una situación aparentemente desgraciada y han aprendido a ver con los ojos del corazón. Si nos acostumbráramos a parar un momento podríamos enfocar nuestros sentidos en lo que nos va sucediendo, en las personas que aparecen en nuestra vida, en los correos de algún amigo que nos abre una puerta hacia lo que llevamos pidiendo desde hace tiempo… ¿Paramos un ratito?

Para aquellos que tengáis curiosidad y para los que no pero queráis hacer un alto en el camino, aquí os dejo una parte de la cuarta revelación extraída del libro las La Novena Revelación: Guía Vivencial, de James Redfield y Carol Adrienne.

Muy buen comienzo de mes para todos, disfrutadlo y sacad vuestras propias conclusiones. Un abrazo.

LA CUARTA REVELACIÓN

La Cuarta Revelación nos dice que los seres humanos competimos entre sí por la energía. Lo hacemos inconscientemente en cada encuentro. Observando nuestras interacciones y las de los demás, podemos tomar conciencia de esta competencia y empezar a comprender la naturaleza implícita del conflicto humano. Al ser más conscientes también nos damos cuenta de que la energía adquirida de esta forma no dura mucho tiempo. Una mayor concientización nos permite ver que la verdadera energía que buscamos procede de una fuente universal. No tenemos por qué obtenerla de otra persona. A medida que somos más conscientes de nuestra tendencia a controlar, a debilitar, a ser más vivos y a complacer a los demás, empezamos a perder estos hábitos.

La lucha por el poder

Es posible que la lucha por el poder empiece ya con los primeros gritos que damos para anunciar nuestro ingreso en el mundo. Nuestro instinto de supervivencia está acompañado por las necesidades psicológicas y espirituales de seguridad, intimidad, bienestar financiero, un sentido de pertenencia, reconocimiento y control sobre nuestras vidas. El tratar de mantener nuestras necesidades en una suerte de equilibrio precede todo lo que intentamos realizar en el mundo exterior. Cuando aparece una necesidad tendemos a concentrar toda nuestra energía para satisfacerla.
 
La temprana infancia

El “tener que controlar” para mantener la energía es una situación que empieza en la infancia. De chicos, para sobrevivir, dependemos de los adultos que nos cuidan y desarrollamos formas muy específicas de obtener energía de nuestro sistema familiar. Recibir amor suficiente para sentirnos seguros y el reconocimiento suficiente que nos ayude a formar nuestra identidad es crucial para nuestro desarrollo. Ana Frank, que escribió con tanta percepción sobre su vida familiar en Anne Frank: The Diary of a Young Girl, expresó sus sentimientos en cuando al equilibrio de poder entre ella misma, su hermana Margot y su padre:

Con papá es distinto. Si alza a Margot, por ejemplo, aprueba lo que hace, la elogia y la acaricia, algo me carcome interiormente porque adoro a papá. Es a él a quien miro. Es lo único que amo en el mundo. No se da cuenta de que no me trata como a Margot. Claro, Margot es la chica más linda, más dulce y más bella del mundo. Pero de todos modos, tengo derecho a que me tomen en serio a mí también. Siempre fui la tonta, la que no hace nada bien en la familia. Siempre tuve que pagar el doble por mis acciones, primero con retos y después nuevamente por la forma en que quedan heridos mis sentimientos. Pero ya no estoy para nada satisfecha con este aparente favoritismo. Quiero algo de papá que él no es capaz de darme…Es que ansío el amor real de papá: no sólo como su hija, sino como yo, Ana, yo misma.

Las palabras de Ana nos hablan a todos aquellos que vivimos la rivalidad entre hermanos, la competencia, la incapacidad de agradar a la persona que amamos y el sentimiento de ser invisibles. Los vestigios languidecientes del dolor temprano, el desdén, el maltrato, el miedo, el abandono, la indiferencia y la culpa constituyen el caldo de cultivo de nuestra lucha por controlar. Los embalamos junto con nuestros cuerpos desarrollados y nuestros diplomas al convertirnos en adultos y finalmente estas experiencias tempranas desencadenan la formación de estilos particulares de obtención de energía (“dramas de control”, a saber, el intimidador, interrogador, pobre de mí e indiferente).

La vida cotidiana es el intercambio de energía

Tal y como muestran claramente la Tercera y la Cuarta Revelaciones, el intercambio de energía se produce de una manera tan constante y ubicua que prácticamente no somos conscientes de él, hasta que nuestra energía drena o aumenta perceptiblemente. Un médico, el doctor Eric Berne, describió en forma brillante un modelo de intercambio de energía en la década del ’60 en un sistema que llamó análisis transaccional.

Al analizar las transacciones entre las personas, Berne y otros identificaron de qué manera todos rivalizamos por atraer la atención. En términos transaccionales, los sentimientos positivos o la atención se denominan strokes. Al madurar, la atención positiva (o strokes) nos ayuda a desarrollar un sentido de que estamos bien, de que valemos y somos importantes en el esquema de las cosas. De la misma manera en que aprendemos nuestro idioma nativo, adoptamos el lenguaje del intercambio social. Estos dispositivos constituyen nuestra forma habitual de dar y recibir energía sin tener que pensar demasiado al respecto, y tendemos a quedarnos atascados en técnicas particulares que resultaron efectivas con nuestra familia. Berne escribió:

Las posiciones se adoptan y se fijan asombrosamente temprano, a partir del segundo o incluso el primer año hasta el séptimo año de vida…es fácil deducir, por la posición del individuo, el tipo de infancia que tuvo. Salvo que algo o alguien intervenga, se pasa el resto de la vida estabilizando su posición y enfrentando situaciones que la amenazan: evitándolas, defendiéndose de determinados elementos o manipulándolas para transformarlas de amenazas en justificaciones.

Dejar de lado el esfuerzo para atraer la atención

En la infancia, tenemos pocas defensas del yo para comprender o defendernos de ser ignorados, ridiculizados y criticados. Cuando crecemos, los encuentros negativos acumulados afectan nuestra autoevaluación y nuestras expectativas respecto al mundo. Tenemos un déficit, y un deseo natural de compensarlo quitándoles energía a los demás.

Por ejemplo: tal vez recuerde alguna oportunidad en que estaba en un grupo en el que la conversación se desarrollaba en forma animada. Usted esperaba la oportunidad para intervenir y contar una historia, cuando finalmente se produjo un hueco. Justo en el momento en que dijo las primeras palabras de su relato, la conversación se reanudó como si usted ni siquiera estuviera allí. ¿Se volvió hacia alguien cercano para tratar de disimular su comienzo frustrado? En ese momento perdió energía. Para volver a obtenerla, tuvo que enganchar a esa persona a su energía y desviar su atención de la conversación general, ¿vio cómo los ojos de esa persona se fijaron en usted o miró, quizás, a los otros para ver si la conversación del grupo era más interesante? ¿Cómo se sintió, si esa persona dirigió su atención al grupo, haciendo con ello que usted fuera ignorado dos veces, primero por el grupo y después por el individuo? ¿Cómo sintió el flujo de energía al darse cuenta de que nadie lo escuchaba? Probablemente se sintió un poco disminuido o invisible incluso. Tal vez reafirmó su tendencia natural a ponerse a salvo y ser indiferente y tranquilo, o quizá respondió de una forma más agresiva, exigiendo reconocimiento. Según su autoestima de ese momento, se encogió de hombros, se culpó por la falta de firmeza o se enfadó con los demás por su falta de sensibilidad.

Ser conscientes de cómo nos disminuimos a nosotros mismos nos ayuda a asumir la responsabilidad por nuestra participación en un intercambio negativo de energía”. 
 
 


No hay comentarios: